Paulo Coelho de Souza (24 de agosto de 1947, Río de Janeiro) es un novelista, dramaturgo y letrista brasileño.
Es uno de los escritores más leídos del mundo con más de 150 millones de libros vendidos en más de 150 países (224 territorios), traducidos a 80 lenguas. Desde octubre de 2002 es miembro de la Academia Brasileña de las Letras. Ha recibido destacados premios y reconocimientos internacionales, como la prestigiosa distinción Chevalier de L'Ordre National de La Legion d'Honneur del gobierno francés, la Medalla de Oro de Galicia y el premio Crystal Award que concede el Foro Económico Mundial, entre muchos otros premios que ha obtenido gracias a su gran éxito. Además de recibir destacados premios y menciones internacionales, en la actualidad es consejero especial de la Unesco para el programa de convergencia espiritual y diálogos interculturales así como Mensajero de la Paz de Naciones Unidas.
Escribe columnas periodísticas semanales que se publican en medios de todo el mundo. Alcanzó el éxito con su mayor obra El alquimista. Paulo está casado con la pintora brasileña Christina Oiticica.
Paulo Coelho: Comencé a escribir a los 39 años, cuando prácticamente todos mis amigos ya estaban encaminados en sus vidas. Había hecho un poco de todo, pero mi sueño más grande era ser escritor. Cuando terminé el camino de Santiago (de Compostela), me dije a mi mismo: “enfrenta ahora tu sueño o desiste para siempre”. Decidí enfrentarlo, sabiendo que podía decepcionarme conmigo mismo. Pero hoy no podría pasar el resto de mis día sin escribir un libro.
•Elle - Mejor Escritor Internacional España 2008 •Inauguración de la Rúa Paulo Coelho - Santiago de Compostela España 23/06/2008 •Distinction of Honour from the City of Odense (Hans Christian Andersen Award) (Denmark 2007) •Las Pergolas Prize 2006 by the Association of Mexican Booksellers (ALMAC) (Mexico 2006) •“I Premio Álava en el Corazón" (España, 2006) •“Wilbur Award” (Estados Unidos, 2006) •Premio Kiklop por El Zahir en la categoría “Hit of the Year” (Croacia, 2006) •Premio “DirectGroup Inrternational Author” (Alemania, 2005) •“Goldene Feder Award” (Alemania, 2005) •“The Budapest Prize” (Hungría, 2005) •“Order of Honour of Ukraine” (Ucrania, 2004) •"Order of St. Sophia" (Ucrania, 2004) •“Nielsen Gold Book Award" por El Alquimista (Inglaterra, 2004) •Premio “Ex Libris Award” por el libro Once Minutos (Serbia, 2004) •Premio “Golden Bestseller Prize” del periódico "Večernje Novosti" (Serbia, 2004) •Oficial de Artes y Letras (Francia, 2003) •Premio Bambi de Personalidad Cultural del Año (Alemania, 2001) •Premio Fregene de Literatura (Italia, 2001) •"Crystal Mirror Award" (Polonia, 2000) •"Chevalier de L'Ordre National de la Legion d'Honneur" (Francia, 2000) •“Golden Medal of Galicia” (España, 1999) •"Crystal Award" World Economic Forum (1999) •"Comendador de Ordem do Rio Branco" (Brasil, 1998) •Finalista del "International IMPAC Literary Award" (Irlanda, 1997) •"Golden Book" (Yugoslavia 1995, 1996, 1997 y 1998) •“Super Grinzane Cavour Book Award” (Italia, 1996) •"Flaiano International Award" (Italia, 1996) •"Knight of Arts and Letters" (Francia, 1996) •"Grand Prix Litteraire Elle" (Francia, 1995)
¿Cómo se siente un escritor cuando la revista Forbes le sitúa como el segundo hombre más influyente del mundo en una red social, por detrás de un adolescente que canta, como Justin Bieber, y por delante del Dalai Lama y de Obama?
Las comunidades sociales son muy importantes, porque permiten un contacto directo con el lector que hace cinco años era imposible. Pertenezco a tres redes sociales, todos los días hablo con los lectores, escribo frases, y es algo fantástico, mágico y muy especial, porque no hay nadie entre el público y yo. Por esta razón hace tiempo que no concedo entrevistas y esta es y será la última.
Los lectores de las redes sociales no verán que le relaja compartir el tabaco cuando conversa mirando a los ojos.
Cuando escribí El Aleph, mi relajo era entrar en una red social cada tres horas. Era como entrar en un bar y tomar una copa con mis amigos. Toda la historia del Aleph, todas sus interpretaciones y todas sus definiciones, más allá de las de Borges y las mías, están en la red. Era como hablar y comentar la obra mientras la hacía y ver qué se decía.
¿Decían cosas más acertadas los lectores o los críticos?
Ahora he hecho otra cosa muy mía. Cuando empiezo a escribir un libro, no hablo con nadie del tema, ni con mi mujer, con la que convivo todo el día. Pero para mi sorpresa, tres personas adivinaron que escribía sobre el Transiberiano. Sabían que había hecho el viaje en el Transiberiano, pero que aún no había escrito nada sobre él. Son cosas de la sinergia entre el escritor y sus amigos. Son cosas que no comprendo, pero que crean una conexión muy fuerte.
Un crítico escribió que usted no tiene sentido del humor.
Lo habrá escrito alguien que no tiene sentido del humor. Porque si no hay sentido del humor, no hay sentido del horror.
¿Le hacía gracia que le llamasen el Nostradamus del fútbol porque durante el último Mundial acertaba todos los resultados?
Sí, pero comencé a equivocarme y me despedí.
¿Principales futbolistas de su vida?
Pelé, aunque Brasil tiene un problema con él, Leonardo y Didí.
¿Aún sostiene que el fútbol es como la vida?
Sin duda. La vida y el fútbol consisten en resistir el primer golpe. Si pierdes un partido, luego vendrá otro y hay que tener disciplina, inspiración y saber jugar en equipo. Como en la vida, hay días buenos y malos, pero al final, si sigues y persigues la victoria, vas a ganar.
Su nueva novela relata un viaje en el Transiberiano, y una de sus primeras imágenes es el tren eléctrico de juguete en el salón de su infancia. ¿Es otra vez la vieja metáfora del viaje como metáfora de la vida?
De niño no podía jugar con mi tren eléctrico porque era un juguete muy caro. Y como mi padre lo había traído de Estados Unidos, sólo podía verlo cuando él tenía ganas de montarlo. Yo era un voyeur de mis propios juguetes y me quedó una fascinación muy rara por los trenes y por los servicios de correos. Siempre que visito una ciudad, voy a ver las centrales de correos, porque con las nuevas tecnologías están llamadas a desaparecer.
¿Por qué la pregunta que no soporta en las entrevistas es sobre el sentido de la vida?
Porque es la pregunta más tonta. El sentido de la vida no existe, no es un absoluto, sino el sentido que cada persona da a su propia vida. Cada cual es responsable de su vida y no hay un absoluto irrefutable. En eso, el sentido del humor ayuda muchísimo.
Hay quien daría su vida por una frase brillante y usted llena libros a base de frases brillantes.
Más bien son aforismos, porque los aforismos gustan mucho. Le regalo uno: la vida es como el sexo, si quieres disfrutar, ve despacio.
¿Cuando era joven ya era consciente de ello o vivía más deprisa?
Era más rápido y menos selectivo.
¿Los aforismos gustan y están de moda porque son breves o porque hacen pensar, aunque unas veces digan mucho y otras no digan nada?
Vivimos tiempos de cambio total en la literatura. Hoy en día todo se centra en el tema, y la gente cada vez lee más pero no lee mucho. Esto educa a los escritores en la capacidad de síntesis. Si puedo decir en una frase lo que diría en tres páginas, lo digo en una frase. Este cambio se verá más claramente dentro de diez años, pero no hay vuelta atrás. El estilo está cambiando y el medio también. Ya dijo MacLuhan que el medio es el mensaje.
Pero usted no es hombre de pocas palabras y le gusta conversar.
Sí que me gusta hablar, pero no en las entrevistas, por eso repito que esta es la última. Prefiero decir lo que tenga que decir en las redes sociales.
¿Aunque la obligada brevedad de alguna red le haya costado más de un lío?
Sí. Cuando el gobernador de Río de Janeiro invitó a Toni Blair como consultor de los Juegos Olímpicos, yo, que estuve contra la guerra de Iraq, escribí que Blair es un criminal de guerra. Ser breve te puede poner en situaciones complicadas. Pero cuando una sola frase cabe en ciento cuarenta espacios, no son necesarios tres párrafos. Luego pasa que se propagan y pueden ponerte en una situación comprometida. Pero la responsabilidad de un escritor no se limita a los libros, está también el sentido social.
¿Tantos millones de lectores en pantallas virtuales no suponen el riesgo de dejar de ser el brasileño que más millones de libros ha vendido?
Estoy a favor de la libertad en todos los sentidos y de que la gente pueda elegir qué leer y cómo leer. Además, sé que quien comienza a leer un libro en la pantalla al final lo va comprar. Como en literatura siempre se trata de compartir algo, lo más importante para mí es ser leído, porque si fuese por dinero ya habría dejado de escribir hace diez años. Pero, si sigo, es porque siento la necesidad de escribir.
¿Hacer letras de canciones para Raúl Seixas le enseñó a escribir como lo hace?
Escribir canciones ayuda muchísimo a escribir libros. En una canción siempre hay una frase que se repite varias veces en el estribillo. Es una idea poética y concreta, porque en caso contrario la gente se aburre. Escribir canciones me ayudó también a construir el ritmo del relato.
En El Aleph alcanza un ritmo más trepidante que el del Transiberiano, a pesar de que el portugués siempre es más melodioso que el castellano.
Me alegra que lo diga y así lo espero, porque es como el ritmo de mi vida. En todos los países donde se ha publicado ha llegado a número uno en ventas, incluso en Brasil, donde no lo logré ni con el anterior ni tampoco con La bruja de Portobello.
Ahora ya no le ocurrirá como cuando Diario de un mago y El alquimista pasaron inadvertidos y tardaron años en convertirse en sus grandes éxitos.
Así fue, sin ni una entrevista ni una crítica. Todo en directo, primero entre unos pocos lectores y después todo gracias al boca a oreja. Así comenzó todo y así comenzó mi vida de escritor.
¿Por qué en su biografía no consta el motivo de que retirase su Manual práctico del vampirismo?
Porque si escribir a cuatro manos ya es difícil, imagínese a seis. No funciona. No me sentía su autor, había cosas que no me gustaban, no podía cortarlas y lo retiré. No hay que darle más vueltas.
Comenzar un libro como El Aleph afirmando que los adultos no tienen tiempo para soñar, ¿es volver a soñar la patria de la infancia?
Siempre necesitamos el niño que llevamos dentro. No podemos intentar decirle: cállate, porque no calla, sigue vivo y forma parte del sentido de la vida.
¿Le gusta jugar?
Claro, sobre todo con juegos de internet. Antes también me gustaba el tiro al arco, y colecciono coches de metal en miniatura. Tengo una cantidad gigantesca, algunos decorativos y hechos a mano.
Insiste en su idea de que el tiempo no enseña y sólo da sensación de cansancio y envejecimiento. ¿Se siente cansado o envejecido?
No estoy cansado ni envejecido. La gente suele pensar que se aprende con el tiempo, pero la verdad es que el tiempo no es acumulativo. Yo practicaba aikido, un arte marcial que te obliga a entrenar, entrenar y entrenar... Es importante hacerlo, pero después, cuando voy a dar el golpe definitivo, no es el tiempo el que me ha enseñado. Es el repetir y repetir. Y es el instinto, no la acumulación del tiempo. Es como pedalear. Cuando comienzas, te caes y hay que volver a intentarlo una y otra vez, hasta que consigues ser uno con tu bicicleta.
¿Siempre vale la pena volver a contar historias, aunque sean las mismas viejas historias de siempre?
Sí, porque el artista, en general, es una antena que capta, y no en el sentido metafísico. A medida que captas el mundo que te rodea, tienes que estar más abierto. Lleve su coche al taller para que lo repare el mecánico y verá que abre el coche, se queda mirando unos pocos minutos, está en comunión con él, entra en una especie de trance, y después sabe dónde tiene que atacar. El jardinero hace lo mismo. Y el escritor. Toda la gente comprometida con su trabajo siente y tiene esta conexión.
Según usted, la vuelta al pasado sin un mínimo conocimiento, puede tener consecuencias dramáticas y desastrosas.
Sí, porque los problemas sólo son problemas, pero no son angustias. Los problemas son temas que hay que resolver. Si no, los ves como una amenaza, nunca los disfrutas y nunca los resuelves.
¿Qué queda de aquellos tiempos de la contracultura?
Muchos ideales y una visión mucho más amplia y menos limitada a las conclusiones. No tenemos muchas repuestas, pero tenemos buenas preguntas y eso deja abiertas las puertas. Básicamente, se trata de preguntar, estar abierto y no llegar a conclusiones, permitirse ser antena y compartir los conocimientos y las ideas, porque a través de compartir puedes cambiar.
¿Es la duda como método?
Es la duda como juego. Vamos a jugar un poco. ¿Cuál es el cuadro más famoso del Louvre?
¿Por esa ambigüedad de su mirada?
Podemos dar y escribir doscientas mil razones, pero es una pregunta sin respuesta y todos dan una razón distinta. Y tanta fama no puede ser sólo por su sonrisa. La razón es que se debe a que un italiano la robó el año 1911, entonces ganó una promoción y una fama, y ahí empezó el juego. Hasta Dalí y Duchamp jugaron con ella, pero eso es bonito y es artístico.
¿Por qué habiendo cosas tan bonitas y divertidas, está tan seguro de que hay gente que se empeña en ser infeliz?
Ser infeliz es una mentira, y la gente se acostumbra porque es muy fácil y tiene la sensación de que siendo infeliz ya no hay nada que perder. Lo difícil es luchar por la felicidad. La tristeza es un placer morboso. Hay gente que prefiere ser infeliz para justificar sus problemas y su vida. Conozco gente que vive porque tiene problemas por resolver, pero también la hay que no sabe relajarse y mirar un árbol tranquilamente porque entonces ya no es ella.
Usted se considera un guerrero, pero es un hombre tranquilo.
Soy guerrero, disfruto con el combate, pero no combato con ansiedad ni por miedo, sino por placer. Cada libro es un combate, un placer, una alegría, no sabría vivir sin escribir, es a la vez agobiante y placentero.
¿Hay mayor soledad que la de un hombre que se sienta a escribir y se enfrenta a un papel o a una pantalla en blanco?
No me siento tan solo, porque estoy en paz conmigo mismo y estoy acompañado de mi imaginario, de mis seres reales y de ficción, de las cosas que viví, de la gente que encontré…
¿Qué es escribir?
Escribir es tan necesario como amar. Y para vivir es necesario amar. Como decía san Pablo, aunque tengas toda la sabiduría del mundo, si no hay amor, no hay nada. Es una sensación más allá de la relación entre el hombre y la mujer. Es esa comunión que decíamos antes, como cuando miras un árbol o una calle que no han de ser necesariamente románticos, pero te relajan y te hacen sentir vivo. Es el goce de vivir.